«Se pueden tirar toda la noche andando hasta que localizan un coche, caminan en dirección contraria, para que si pasa una patrulla no les pueda seguir; les gustan las calles de un solo carril y en obras». Fredy es el cabo de los 'Iker', las nuevas patrullas de paisano de la Policía Municipal de Bilbao, desde el pasado mes de abril, aunque lleva diez años en el cuerpo. Él y sus siete compañeros, entre ellos dos mujeres, vigilan a los ladrones de coches, además del menudeo y las peleas, que representan el 90% de su trabajo. Precisamente, fueron los robos en vehículos el único delito que creció un 15% en 2010 concretamente en el distrito 6, Abando.
El trabajo de las unidades no uniformadas de la Policía Municipal de Bilbao ha resultado un éxito a la hora de perseguir estos pequeños delitos, ya que ven sin ser vistos. Cuando detectan a un sospechoso, «le probamos». Le siguen a pie a dos o tres manzanas de distancia. «Antiguamente, los que robaban en coches eran toxicómanos, estaban desesperados; ahora son jóvenes magrebíes y no se lo hacen mal, nos dan trabajo, no es fácil 'pillarles'». Barren la fila de coches estacionados en busca de ordenadores, teléfonos móviles, gafas de marca, mp3... que se dejan olvidados en los asientos; «la gente se lo pone fácil».
No esperan a que llegue la noche, salvo los fines de semana, sino que roban de día, cuando la acera está a tope y hay mucho tráfico. Así escapan «y no podemos seguirles». «Un miércoles por la noche serían carne de cañón porque no hay nadie en la calle y llaman la atención». «A veces te dicen: es la quinta vez que me cachean, dos veces la Ertzaintza y otras dos vosotros». «La calle Ripa les gusta, y en verano la zona de Uribitarte con las caravanas era un escándalo».
Una vez que marcan su objetivo, se paran a fumar un cigarro, se apoyan de espaldas al cristal y, «para no cortarse», lo golpean con una bujía, que ocultan en la línea del pantalón. «No hacen ni ruido», explica Fredy. En ocasiones, en lugar de romper una luna, revientan el triángulo trasero, que resulta menos aparatoso. Una vez que fracturan el cristal, abren la puerta y revuelven la guantera, o simplemente cogen el objeto que les había llamado la atención». Cuando se deciden, «si disponen de tres minutos libres, se hacen toda la fila de coches del tirón». Para ocultar su rostro, suelen vestir sudaderas con choto. Si son detenidos, se les acusa de un robo con fuerza, y salvo que tengan un largo historial, quedan en libertad. El último ladrón de coches detenido por Fredy y condenado, fue sentenciado a nueve meses de prisión.
Mercadeo
«Es muy raro 'ligarles' con un portátil encima, antes caían, pero cada vez menos». En lugar de llevarse el botín y arriesgarse a que un policía les detenga con la prueba del delito encima, lo arrojan a una papelera o un contenedor, y «lo recogen luego, en el cambio de turno policial, conocen nuestros horarios».
Se dan muchos casos de robos a transportistas, comerciales, visitadores médicos... que dejan el coche un minuto para hacer una descarga o tomar un café, con el portátil a los pies del copiloto o la riñonera en el asiento, y como están tan «atentos», abren y se lo llevan.
¿Qué hacen con los objetos sustraídos? Los venden en San Francisco. Hay un auténtico mercadeo. Personas de avanzada edad se han convertido en clientes preferentes, «pueden comprar un ordenador por 150 euros para el nieto, pero también jamón envasado, y en Navidad langostinos, gulas y vino robado en el 'súper'», revela el agente. Este tipo de pequeños delincuentes «lo mismo roban coches que a borrachos, les pegan un empujón y les quitan el móvil».
Los 'Iker' se mueven «a requerimiento de 'Bilbo' (la base)». Para pasar desapercibidos utilizan un pinganillo para escuchar la emisora, aunque en las zonas calientes se comunican con el móvil. Cuando patrullan a pie lo hacen en pareja aunque a cierta distancia, manteniéndose siempre a la vista. Conocen por el nombre a los multirreincidentes, aunque «hay colectivos que se renuevan mucho, cada año ves caras nuevas». Llevan en el coche las fichas policiales de los que más roban por si se los cruzan en la calle, y en el maletero, el chaleco antibalas y varias chaquetas de distintos colores para que no les identifiquen en los seguimientos.
Se apoyan en sus compañeros de investigación de delitos y de drogas, que manejan más información y tienen más experiencia, y en los patrulleros, a quienes recurren cuando tienen que practicar una detención. «De uniforme es prácticamente imposible detener a alguien por salud pública, aunque los boleros pueden hacer 'pases' incluso delante de la Policía, pero la legislación no nos permite hacer más», lamenta el responsable de los 'Iker'.
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